Una opinión invitada:
Uno de los grandes desafíos que enfrenta el periodismo, según
estudios de la OEA, en América Latina no es solo la persecución con
fines de eliminación física del periodista crítico, sino también el
servilismo que se ha instaurado en los exponentes de la información,
motivado por los políticos corruptos que requieren del silencio de las
voces y representantes de la sociedad.
El centralismo económico y totalitario de los recursos públicos crea
la inmanencia en las acciones del gobierno, tendentes a silenciar a
quienes reprochan el mal devenir de las políticas públicas, bajo la
estructura del dinero proveniente de los actos ilícitos, que transfieren
fondos públicos a bolsillos privados.
La cimera económica es una de las finalidades en el sistema
capitalista. Este objetivo está siendo alcanzado por muchos desde la
óptica de la complacencia informativa y bajo los intentos de eliminar
las abolladuras éticas y jurídicas que acompañan a muchos de los
guarismos políticos.
Esa labor es notoria a la hora de verificar los
patrocinadores de los espacios pagados, que en su generalidad son del
gobierno.
Este ejercicio tiene por procura retorcer la verdad, arropar los
medios con informaciones no dañinas al amo de turno y crear la
percepción de gestiones honestas y eficientes, con respecto del manejo
de los fondos públicos.
La macula que presenta este proyecto
desabollador de éticas destruidas por vinculaciones con desfalcos e
ilícitos, es que los medios tradicionales se controlan, pero las redes
sociales no.
La capacidad de opinión e impacto de los partícipes
cibernautas no es posible controlarlas.
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