La guerra mediática se hace cada día más intensa en el país. Muchos
funcionarios públicos y privados han reducido los medios de comunicación
dominicanos a una mesa de negociación donde el clientelismo, el
soborno, la venta al mejor postor imponen las reglas del juego.
La subcultura del sobrecito, el cofrecito, la cajita, el soborno y el
chantaje no es ética ni moral. Sin embargo, nuestros políticos,
empresarios y líderes institucionales han asumido este patrón como su
principal estrategia de negociación e intermediación. Los organismos de
supervisión que deben fiscalizar y rendir cuenta, al parecer, no
advierten las triquiñuelas y maniobras que se dan por debajo de la mesa
de negocios.
La guerra mediática ha secuestrado la esperanza de un pueblo que ya
ve la corrupción como normal. El soborno de funcionarios públicos es
rutinario en una democracia que exige cada vez más transparencia, mata
los valores que deben regirla conducta pública y privada.
En el caso de Loma Miranda, funcionarios que deben aplicar el peso de
la ley han sucumbido a la ley del peso. Congresistas que deben
preservar los recursos nacionales, han reservado su voto a favor de
recursos trasnacionales. Funcionarios públicos y congresistas que no han
entendido la responsabilidad social de su investidura han ignorado los
informes técnicos, la licencia ambiental del pueblo y de los
Ayuntamientos, violando el Derecho Social Democrático, la soberanía
popular y el derecho ambiental constitucional. Estos despropósitos ponen
en tela de juicio a los hacedores de la ley y a los funcionarios que
deben cumplirla y hacerla cumplir.
Saber que los dominicanos, por su escasa cultura y limitada educación
política, por sus inmensas necesidades insatisfechas tienen que
someterse al mejor postor de compra de conciencia, nos hace un país
cómplice de los males sociales y de enfrentar la corrupción e impunidad
del poder de la corrupción.
La guerra mediática se ha impuesto en el sector público y privado.
Esto nos hace más débil para enfrentar la podredumbre que vive el país
ante la inmensa riqueza que se maneja para conseguir los objetivos
económicos a la buena o a la mala. La confesión del líder
político doctor Leonel Fernández, expresidente de la República, en su
artículo “El poder y el liderazgo, entre puestos y sobrecitos”,
publicado el lunes 10 de febrero en el Listín Diario, pone en evidencia
la situación histórica del país.
Cuando un país pierde el asombro ante los actos delictivos, la
corrupción, la compra de conciencia, donde se ejerce el poder por el
poder, se pierde la sensibilidad y la responsabilidad para enfrentar
los males sociales. Vivimos en unas bacanales impúdicas donde se impone
la ley de “sálvese quien pueda”. Los valores, el conocimiento y la
tecnología deben vencer esta guerra mediática.
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