
Sabemos que muchas de las veces esto sucede, en
supuestos licenciados en Derecho sin experiencia, que pasaron por las Universidades, pero que nunca
entraron a sus aulas como es el caso en referencia de Aracelis Peña Peña, de la
que sin sentir aire de resignación podríamos calificarla de analfabeta en la
rama.
La honestidad, el respeto, la fidelidad, el apego
a la profesión es un desafío hacia si mismo lo cual no debe ser mancillado por
rabiaca e insolencia personales como ha pasado con la supuesta licenciada tanto
en Derecho Legales como en Comunicación Social, dos delicadas profesiones regidas
ambas por conductas fundamentadas en Ley y en Código de Ética.
La profesión de abogado podríamos decir es
compleja y desafiante por tanto quienes se dedican a esta, deben tener la
debida y adecuada preparación intelectual y humana a los fines de sortear sus
complejidades y llegar al fracaso o al triunfo como destino final.
Es por tanto censurable el que Aracelis Peña
Peña, haga público documentos confidenciales de sus clientes y que por demás
diga de estos que son delincuentes y hasta prófugo de la justicia y sin explicación
ni fallas alguna de sus apoderados a los cuales viola sus derechos fundamentados
en el artículo 2 del Código de Ética Profesional del Abogado.
Aracelis Peña Peña, en violación al artículo 15
sobre el secreto profesional ha divulgado y difundido en las redes sociales
documentos confidenciales de sus clientes lo que le conduce hacer una
licenciada en Derecho, poco confiable en la sociedad y por lo tanto, el Colegio
Dominicano de Abogados por igual la Asociación de Abogados de Monseñor Nouel, deberían
cuidar sus responsabilidades internas pues molesta la forma tan ligera en que ésta
difama de sus clientes simple y llanamente para complacer su ego personal.

Para el próximo 22 de octubre del
presente año Aracelis Peña Peña, tiene en juego lo que muy poco le costo
alcanzar por tanto, muy poco le importa perder, su exequátur, pues
quien no se respeta así mismo, muy poco le cuesta jugar con la moral de los demás.
La suerte está hechada.
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