Por: Ricardo Santana
Listin Diario
Morir afectado por el coronavirus se va tornando
cada día no solo en un desgarrante dolor, sino también en una evidencia
de que la solidaridad, la integración y la sensibilidad de la gente,
también van muriendo como efecto de la pandemia.
“Un hermano mío murió de Covid 19 en La Vega, pero al entierro solo asistimos cuatro personas.
Los vecinos ni se acercaron. Falleció en la Unión Médica de Santiago y
ahí nos entregaron el cadáver y nos ordenaron que lo sepultáramos de
inmediato”, dijo Juana Solís Ureña.
En algunos casos están dejando abandonados ataúdes con cadáveres,
para que las autoridades o personas de las comunidades, sepulten a los
fallecidos.
El pasado viernes una ambulancia dejó abandonado frente al cementerio
de la comunidad de López, en Baitoa, Santiago, un ataúd con el cadáver
de un hombre que murió de coronavirus en el hospital regional José María
Cabral y Báez.
El cuerpo sin vida correspondía a Rafael Fernández, un hombre muy
querido en la zona, pero a su sepelio solo asistieron tres personas.
El cajón con el cuerpo inerte del agricultor y comerciante,
permaneció en plena carretera por alrededor de cuatro horas. Incluso los
conductores aceleraban la marcha y los peatones asustados al ver la
escena, optaban por regresar a sus destinos.
Cerca de las 7:00 de la noche, un comerciante, conocido como Calín,
junto a un amigo suyo y un zacateca autorizado por el alcalde de Baitoa,
Bernardo López, cavaron una fosa en el cementerio y le dieron sepultura
al cadáver.
Vecinos contaron que un hermano de Calín se encuentra grave en el
Cabral Báez, también afectado de coronavirus y que las autoridades de
Salud Pública dispusieron el aislamiento de todos sus familiares en su
casa como una medida preventiva. Pero no solo las personas que mueren de
Covid-19 están siendo enterradas con escasa asistencia de deudos y
amistades.
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