martes, 18 de octubre de 2011

El fracaso de una Generación

Rafael Aragonés López.

En una ocasión participe en la ceremonia del Premio Nacional de la Juventud, invitado por mi querido amigo Danny Rodríguez; uno de los galardonados pronunció en su discurso una frase que permanece grabada en mi mente: "Nuestra generación es la más preparada de la historia de la humanidad, más información, más tecnología y más recursos".

Inmediatamente comencé a comparar mi realidad con esas palabras tan sabias. En efecto, el talentoso joven tenia razón, nuestra generación fue capaz de crear tecnología con avances suficientes para comunicarse, transportarse y tener acceso a miles de fuentes de información, sin embargo ha sido incapaz de mejorar o terminar con los problemas de los jóvenes, como alimentación, salud, empleo, educación, violencia, no discriminación, entre otros.

En la sociedad de hoy, los jóvenes imponemos nuestras formas de hablar, moda, gusto, afición, música; en fin, actualmente la juventud ha pasado a un primer plano. Nuestro poder e influencia es mucho mayor hoy que hace unos años.
Los jóvenes constituimos sin duda un sector sobresaliente dentro de la comunidad.

Pero todo ese dominio parece encaminarnos hacia un conflicto social cada vez más profundo, más jóvenes se inclinan por el desorden, más jóvenes incriminados en hechos delictivos, violencia familiar, drogadicción y narcotráfico, alejados y renuentes a continuar con una vida sana y digna.

Medito en la derrota y trato de resolver el acertijo de quién o quienes contribuyen al fracaso de nuestra generación, el fracaso está motivado por generaciones anteriores, políticas diseñadas en adiestrar a una sociedad mundial, a que el interés particular está sobre el colectivo.

Cada vez se hace más evidente y necesaria la implementación de programas y políticas dirigidas al sector juvenil, porque somos los jóvenes los principales catalizadores del desarrollo. Somos quienes aseguran el relevo generacional y por ende la renovación del capital humano y social de nuestro país.

Nuestras demandas sociales no debieran ser tratadas como "mera política", la implementación del 4% a la educación bajo un estricto programa de inversión, no es solo tema de campaña; el cumplimiento 5% del presupuesto a la Universidad Autónoma de Santo Domingo, no es solo para perder horas de clase; la asignación del 2.66% para la justica, el 6% para salud, no a la violencia infantil e intrafamiliar, entre otras; aún falta un gran camino por recorrer en materia de políticas públicas.

En primer lugar, porque los organismos gubernamentales carecen de institucionalidad y compromiso social, y en segundo, porque la participación social debe orientarse a incidir para que el presupuesto sea un instrumento para cerrar las brechas económicas y sociales, y garantizar el ejercicio de los derechos de toda la población. Debemos entonces seguir exigiendo para que las inversiones sean progresivas y garanticen mayores recursos al fortalecimiento del capital humano.

El objetivo final es la creación de las condiciones para que cada ciudadano sea gestor de su propio desarrollo. La labor no es fácil, pero valdrá la pena evitar el fracaso de nuestro Estado, de nuestro País, de nuestra Generación.

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