Cuarenta años no son nada. Durante la época maoísta, China consideró a
la Rusia de Nikita Jruschov como un enemigo peor que cualquier país
capitalista, incluido Estados Unidos.
Ahora Pekín y Moscú se están
convirtiendo en amigos de conveniencia ante la necesidad de hacer frente
a una Casa Blanca cada vez más impredecible en manos de Donald Trump.
Una amistad que, desde hace ya tiempo, ha pasado al ámbito militar.
La presencia china en las maniobras Vostok-2018,
a un nivel como nunca hasta ahora, da fe de la solidez de esta alianza
de antiguos archienemigos que comparten una frontera de 4.200
kilómetros. Y lanza un mensaje a Washington.
A
partir de este martes, 30 aeronaves, 900 tanques y 3.200 soldados
chinos participarán durante tres días en esos juegos de guerra. Para
Pekín, será una ocasión excelente para poner a prueba un Ejército
Popular de Liberación que ha modernizado exhaustivamente en los últimos
15 años, pero que no participa en combate real desde la guerra que le
enfrentó brevemente con Vietnam hace casi 40 años.
Y también para certificar su potente relación con Rusia, que ya le proporciona parte de su armamento más moderno,
desde sus cazas SU-35 hasta el sistema de defensa aérea S-400. Un
armamento con el que China cuenta para desplegarlo en sus puntos
potencialmente más calientes, como el mar del Sur de China, que
considera parte inalienable de su territorio, y las cercanías de Taiwán.
Con su importante participación en estas maniobras militares previene
a Estados Unidos, que en mayo pasado canceló su invitación a China para
intervenir en sus maniobras bianuales Rim of the Pacific, cerca de
Hawái. El Pentágono alegó entonces la “creciente militarización” en
islotes en disputa en el mar del Sur de China. Pekín y Washington han mantenido roces, asimismo, sobre Taiwán, la isla que tiene a Estados Unidos como su mejor aliado y que China considera parte inaliebable de su territorio.
Pero el mensaje no va dirigido solo a Washington. También al resto de
los países de Asia-Pacífico, una región donde la sombra china es cada
vez más alargada y Pekín ejerce progresivamente mayor influencia. “La
aportación de China indica, hasta cierto punto, los sutiles cambios en
su evaluación de los panoramas globales… especialmente teniendo en
cuenta las provocaciones relacionadas con la cuestión taiwanesa y el mar
del Sur de China. China debe prepararse para lo peor”, apuntaba un
comentario anónimo publicado en la página web del Ministerio de Defensa
en Pekín.
Los ejercicios militares, aseguraba por su parte el ministerio chino
al anunciar su participación, tienen como objetivo “profundizar una
cooperación pragmática y amistosa entre los dos países, y fortalecer su
capacidad de hacer frente a una gama de amenazas de seguridad, para
salvaguardar la paz y la seguridad regionales”.
“Pekín y Moscú se están acercando más que en cualquier otro
momento desde los años cincuenta”, escribía en una serie de tuits el
analista Alexander Grabuev, del Centro Carnegie en Moscú. Los lazos
personales entre los presidentes de ambas naciones, Xi Jinping y
Vladímir Putin, han desempeñado un papel, sin duda, importante.
Pero
también Estados Unidos, que al agrupar el año pasado a ambos países en
su estrategia nacional de seguridad y al adoptar una vía de
enfrentamiento con ambas naciones al mismo tiempo, “está alentando un
acercamiento entre los dos”, sostenía el experto. “Es simbólico, pero
está empezando a moverse más allá del simbolismo”.
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