Marino Báez |
Artículo invitado:
Mientras no se tomen decisiones coercitivas para contrarrestar la
violencia que corrompe todos los extremos de la geografía nacional no
será posible reducir los asesinatos que a cada instante se registran en
la República Dominicana. Este flagelo ensombrece, enluta y deja en la
orfandad a cientos de adolescentes y frecuenta todos los escenarios.
La reducción de este mal, que toca las sensibilidades de una gran
parte de la sociedad, tiene efectos multilaterales que requieren de
controles sistemáticos, sobre todo, inversión material, espiritual y
educativa, como soporte para inculcar sensatez y sabiduría, conservar
los valores y hacerle entender, tanto al hombre como a la mujer, que la
mejor manera de no romper los extremos es desarrollando una buena
comunicación efectiva y afectiva.
El control de la violencia debe salir primero del entorno familiar,
en segundo lugar de los centros escolares y en última instancia de
nosotros mismos. Claro, dependerá de las estrategias que aplique el
gobierno en cuanto a un programa de concientización y aplicación de las
leyes, mediante la aplicación de sanciones a los hombres, las mujeres y
todos aquellos que violenten física y moralmente al ser humano.
Reducir la violencia es un acápite de principio general que no solo
está enraizado mediáticamente en la parte afectiva hacia la mujer-
porque de acuerdo con estudios- una cuarta parte de todos los adultos
manifiestan haber sufrido maltratos físicos de niños y 1 de cada 5
mujeres y 1 de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en
la infancia y muchos niños son objeto de maltrato psicológico (también
llamado maltrato emocional), son víctimas de desatención.
Se enfoca la violencia de género en los maltratos que en contumacia
atentan físicamente contra las mujeres dominicana sin descubrir las
consecuencias que provocan las muertes y dejan en la orfandad a cientos
de niños que sufren y mitigan a causa de la ausencia de sus padres,
cuando los hombres también son víctima de actos violentos por parte de
sus esposas que es posible que los motiven a tomar partido y responder
con rebeldía.
Violar las leyes, permitir la difusión de mensajes que laceran la
moral y las buenas costumbres, cometer asesinatos, porque se les exige a
funcionarios del gobierno transparencia en el uso de los recursos del
estado, manejar los recursos públicos a su libre albedrío, convertirse
en cómplice de ministros que han sido sobornados y entienden que las
instituciones públicas son un patrimonio de su propiedad, atentar contra
la salud de los seres humanos y permitir que la delincuencia atente
contra los ciudadanos, son actos de violencias imperdonables que
provocan el descontrol del estado y la inestabilidad de los dominicanos.
La violencia es una enfermedad intestinal que purga condena en el
gobierno, al que corresponde buscar los mecanismos y aplicar el
medicamento para sacarla de cuidados intensivos, porque es imposible
querer poner orden en la casa ajena cuando la suya se le está
desplomando encima.
El gobierno está influenciado por la violencia y corregirla no es un
asunto de apreciaciones o discursos subjetivos. La barahúnda del
problema debe corregirse internamente antes que mediatizar los hechos e
incurrir en confusiones.
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